El Cosmos se compone de materia y energía, en mayor o menor condensación. Y la misma materia con la cual está constituido el universo es la que nos constituye a los seres humanos, ya que somos un microcosmos. Por tal razón se explica claramente que los cuatro elementos de la creación están presentes en nuestro universo interior. Y allí producen calmas o tempestades; vientos huracanados o frescas brisas de verano, incendios o sosiego, terribles terremotos o serena estabilidad. Todo depende del dominio que se tenga de ellos. Ya que podemos ser gobernantes o simples juguetes de esos elementos.
“Lo que está abajo es como lo que está arriba y lo que está arriba es como lo que está abajo. Por estas cosas se realizan milagros de una sola cosa y como todas las cosas proceden de uno.” Hermes Trismegisto; La Piedra de Esmeralda.
¿Alguien te ha dicho alguna vez un insulto o una palabra injusta y tu sangre hirvió hasta el punto de casi quemarte la boca?
Y ante cualquier desajuste, desgracia o decepción, ¿alguna vez te has sentido ahogado en una profunda melancolía, hasta el punto en que las aguas se filtran en tus ojos?
En el caso de tener que levantarte muy temprano te ha pasado, que no podías dominar a tu cuerpo? ¿Como si fuera una enorme piedra que pareciera no cooperar para nada con tu propósito de pararte?
¿Cuántas veces antes de cualquier prueba, no se agitó tu mente anticipando actitudes y planificando soluciones? ¿Y cómo puede alguien que con entusiasmo construye un castillo de naipes verlo colapsar ante una inesperada ráfaga de viento? Viento levantado por una objeción impensable.
Estas son descripciones de situaciones cotidianas, tan comunes, que impregnan nuestras vidas dándole un tono tan dramático. Pero no es casualidad que las relacionemos con imágenes que nos remiten a los cuatro elementos de la naturaleza. De hecho, cuando se trata del arte de expresar la experiencia del hombre, de su propia interioridad, es muy común recurrir a una serie de expresiones. Imágenes que nos refieren a fenómenos naturales.
Se dice que cuando alguien está enojado y se queja a los cuatro vientos, truena y relampaguea. Que las personas que no hablan sobre sus problemas o que evitan enfrentarlos están conteniendo emociones. Que una persona muy apasionada y seductora es ardiente. Que una persona confundida tiene una mente turbia. Que una persona cruel e insensible tiene un corazón de piedra. Esto se debe a que el uso de metáforas y analogías de la naturaleza se basa en arquetipos de la experiencia humana en el mundo físico. Y ellas dan forma a nuestra psicología o naturaleza interior.
El elemento fuego le da a una persona esa característica activa, impetuosa, vehemente y entusiasta que comúnmente vemos en los jóvenes y en las personas vivaces en general. Cuando se enciende el fuego, nos recuerda el impulso que sentimos cuando queremos comenzar o crear algo.
El elemento aire gobierna áreas relacionadas con la dinámica mental y el pensamiento: asociaciones psicológicas, afirmación y negación, razonamiento, conclusiones, planes, proyectos, recuerdos, fantasías, etc.
El elemento agua rige las áreas de la psicología asociadas con las emociones y la sexualidad.
El elemento tierra está más estrechamente asociado con el cuerpo físico, los cinco sentidos e instintos.
Existe una interdependencia de los elementos, y es muy interesante descubrir en el campo de la psicología práctica cómo el equilibrio o desequilibrio de uno causa un efecto beneficioso o perjudicial en el equilibrio o desequilibrio de los demás.
El sentido del equilibrio con el que conducimos nuestras vidas depende del equilibrio de los elementos. Si aplicamos un poco de lógica e imaginación, deducimos que una persona sin dominio sobre su propia naturaleza está sujeta a ser víctima de las circunstancias, es decir, de los eventos que la vida le presenta.
En otras palabras, alguien que es totalmente esclavo de sus elementos internos nunca podría ordenar y equilibrar los elementos externos. Por lo tanto tampoco puede influir en esa naturaleza externa y mucho menos dominarla. En conclusión, no podría producir intencionalmente el fenómeno mágico sobre la naturaleza interna, ni tampoco externa. Para llegar a ello, es imprescindible el dominio y equilibrio de los elementos en nuestro interior.
El hombre es un universo completo, un micro cosmos, y dentro de él se hallan todos los misterios del universo. Pero para poder descubrirlos necesita ordenar sus elementos y equilibrarlos. Y además, de esta manera también poder ejercer la magia y valerse de la naturaleza exterior.
Este orden requiere de observar, estudiar y comprender los fenómenos naturales de nuestro microcosmos. La sabiduría gnóstica proporciona las técnicas precisas para comenzar a penetrar en todos esos misterios. Para conocerlas y comenzar a vivirlas inscríbete en nuestros cursos de autoconocimiento online libres y gratuitos.